lunes, 26 de julio de 2021

Mis inusuales amigos (Lina Hernández)

 Pudiese comenzar esta historia trasladándome al pasado, muy muy lejano, hasta el siglo XVII. Tal vez, ¡así de lejano! Sin embargo, y he de ser sincera, que es menester que les mencione que fue a finales del año 2000, cuando por vez primera mis ojos se toparon con los protagonistas principales de estas letras que a continuación plasmaré con la finalidad de estampar en su nueva historia: una huella, un precedente —segura estoy que tienen muchas en su haber debido a su antigüedad—. ¿Un nuevo ángulo?, ¿y por qué no?, una visión diferente de lo invaluable que deberían ser los patrimonios en cualquier comunidad. Indiferentemente de cual haya sido su papel a través de la historia, basta con haber permanecido erguidos a través no de días, meses o años, sino de siglos, viendo ir y venir diferentes épocas. Ver nacer, crecer y morir de una incalculable cantidad de personas de todas las razas, credos y religiones. Ellos allí impávidos, firmes, en silencio, solo observando... Ya eso es una proeza, pero eso es material de otra historia de estos amigos que dentro de poco haré su presentación formal, disculpe el lector, pero me emociona el hecho de desempolvar este tesoro. 


Foto 1. Trapiche, bien cultural arqueológico del estado de Aragua, Argentina.

Por esas cosas buenas que muchas veces nos suceden, en el año mencionado al principio de este cúmulo de palabras,  me fue otorgado como regalo de Dios un apartamento digno para toda mi familia. En un municipio diferente a donde me crié, me casé y vi crecer mis hijos, el mismo tiene por nombre municipio JRR, en honor al  ilustre jurista venezolano —nacido el 1786 en El Consejo, capital de este municipio—. Ministro de Relaciones Exteriores, embajador de la gran Colombia en el Reino Unido en 1822 y secretario privado del libertador Simón Bolívar, cuando éste viajó a Caracas en 1827. Falleció en Caracas en 1852.

En ese momento, tal lugar era desconocido para mí a pesar de estar ubicado en el mismo Estado. Así que, el inolvidable día 21 de diciembre 2000 empezó con un amanecer diferente, un recorrido que cambiaría positivamente mi vida al salir en un taxi tomado al azar en compañía de mi madre doña Petra de Hernández. Hermosa mi vieja, a pesar de sus hoy día 72 años, con su piel áspera, curtida por el tiempo, con un sinfín de vivencias acumuladas después de 10 partos, con sus huellas de lo vivido  convertidas en arrugas ya, con rasgos de indígena —los cuales me enorgullecen— de oriente. Nacida en el campo, en un sector llamado: Arcillar en 1933, perteneciente a San Antonio de Capayacuar —lo cual, significa en el idioma: chaima, quebrada, lugar de piedras o peñas—. También conocido como San Antonio de Maturín, en el Estado Monagas, del cual salió a la corta edad de 14 años, para quizás, tristemente no regresar jamás.

Además nos acompañaba mi hermanita —la sexta de la familia—  Kelly, como cariñosamente le decimos. Ansiosas todas de ver qué nuevo horizonte nos esperaba, el chofer enfiló el vehículo hacia la carretera panamericana pasando por poblaciones también nuevas a mis ojos, que iban extasiados por todo lo que veían en cuanto al panorama dibujado por la naturaleza, los sembradíos de caña que luego serían convertidos en azúcar, el verdor de los árboles, sentía que las montañas me daban la bienvenida y la brisa movía suavemente las ramas en señal de saludo. De repente, aparecieron hileras de casas coloniales, el chofer me hizo saber:  «ésta es una ciudad de victoria debido a las batallas combatidas en ese territorio, donde el General en jefe Prócer de la independencia de Venezuela, recordado por su célebre frase: “no podemos optar entre vencer o morir, es necesario vencer”, expresada en la batalla del 12 de febrero de 1814 para transmitir fortaleza y valentía a los jóvenes heroicos,  que así consiguieron el triunfo ante su enemigo, por lo que la hicieron llamar la batalla de la juventud». Quedé impactada, disfrutando de aquella ciudad colonial.

Seguimos el rumbo pautado y tomamos la siguiente vía hasta que, ¡por fin!, ya desde lejos se avistaron ocho torres, mientras mi corazón palpitaba alocado, ¡mi nuevo hogar! Cada vez nos acercábamos más y más, y fue allí cuando los vi, imponentes, majestuosos, los que inspiran mi lucha, mis intervenciones al momento de defender su historia, su trayectoria, ante mi vista se encontraban 

¡Los ancianos Acueducto y Trapiche Patrimonios! Los amé en el momento que los vi, sentí nacer allí un sentimiento, una inusual amistad cuya lealtad, estoy segura, mantendré hasta el fin de mis días. Enseguida me interesé por su historia, sorprendida del desconocimiento de todos los pobladores que se hallaban en ese momento a mi alrededor. Con el transcurrir de los días, meses y años, he logrado conocer que fueron construidos con materiales hallados en las adyacencias. Éstos son: piedras, ladrillos y mampostería, que son considerados una obra de ingeniería hidráulica de la Provincia de Caracas. 


Está registrado como “Bien Cultural Arqueológico” de tipo “Ruinas Coloniales/Republicanas”, según el inventario de sitios arqueológicos del estado Aragua. Tomo II del Instituto del Patrimonio Cultural año 1999. Ver Fotos 1 y 2.

Foto 2. Acueducto, Aragua, Argentina. .

Me asombré al enterarme por algunos, que son considerados un símbolo, un emblema del municipio, sin embargo, comencé a hacerme preguntas que aún admito, no tener respuestas. ¿Por qué, si son un símbolo, están tan abandonados?, ¿por qué?, si representan la historia de tantas épocas. Los siento gemir de dolor desde sus entrañas, quisiera poder ayudar a mis amigos  Acueducto y Trapiche, que todos puedan ver en cada estructura de sus arcos una puerta a la esperanza de muchos que, tal vez, como ellos, se sienten ignorados. ¡Basta ya! Su belleza permanece escondida entre la maleza donde solo sirve de guarida para las alimañas, ¡su clamor es claro!  Y sus deseos, más allá de un título como patrimonio histórico, son; ser enseñados a toda la población a través de talleres educativos. Dónde éstos, ya “ancianos patrimonios” griten a una sola voz: ¡soy historia!, ¡soy tu legado!, cuídame, valórame, te conozco, conocí tu ascendencia y tu descendencia. Esos son mis inusuales amigos, valientes, a los que observo hoy con tristeza como es desgarrada su piel cuando algún chico desconocedor de su valía, retira cada uno de sus ladrillos sin entender su sufrimiento o, bien, golpeando sus columnas con el indeseable deseo de ver cómo se derrumban en medio de mi impotencia.  

M. Lina Hernández Fuentes


Correcciones de May S. Olmo y revisión de Sara Lena.


6 comentarios:

  1. Mi humilde agradecimiento por brindarnos su apoyo incondicional forjandonos con sus enseñanzas a ser mucho mejores soñadores y transcritores de nuestros pensamientos

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  2. Muchas gracias a ti Lina, por tu confianza y calidez. Por ser y por estar con nosotras. Te mando un fuerte abrazo.

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  3. Hermoso. Felicidades Lina, volé y me instale en ese legendario lugar. Abrazos fraternos para ti, desde el fondo de mi corazón ❤️

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  4. Felicidades también para nuestras queridas Maestras de nuestro hermoso Grupo. Sarita y Sehy. Abrazos para las dos ❤️

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    1. ¡Gracias! Me siento feliz y orgullosa del desarrollo que todos ustedes han tenido.

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  5. Lina. Es hermosa está historia de amistad y lealtad que refieres a estas creaciones imponentes y de tanto valor significativo. Dios quiera que alguien con poder, lea esta historia y tomé cartas en el asunto para rescatar y restaurar esas historias.
    Felicitaciones amiga. Dios te continúe bendiciendo en todo momento. Abrazos 🤗🤗🤗🙏🙏🙏

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