jueves, 12 de agosto de 2021

Gabriel Valdovinos Vázquez

 

SEMBLANZA



El autor de estas letras, ¡qué digo letras! de estos garabatos, vio la luz una tarde

del día 12 del mes de septiembre, allá por el año 1970, en un poblado

llamado Tecomán, del estado de Colima, en el Pacífico Mexicano.

Él no pidió venir a ese páramo tan malsanamente caluroso; es más, él no pidió

venir a ninguna parte y sin embargo llegó. Una orquesta de zancudos, grillos y

ranas entonaron algunos raros ritmos iniciáticos para recibirlo, a la vez que

algunas cuantas luciérnagas encendieron tímidas y fugaces hogueras de destellos

esmeralda para dar un toque mágico a aquella mortecina tarde.

Ambientes de escasez, esfuerzo y lucha por el diario sustento alentaron su

imaginación y su deseo de encontrar la superación de tan básicas

necesidades, llevándolo a una inquieta búsqueda de mejores

horizontes en los pocos libros a los que tenía acceso.

En aquella época tener una discapacidad convertía a la persona en un inválido, en

un ser digno de lástima y cuyo destino era la mendicidad.

Más allá de sus padres y de sus Maestras, nadie creía en él.

Bueno si, él tenía la certeza de que todas esas maravillas

que leía en los libros que le prestaban sus Maestras,

y aun otras descabelladas fantasías que engendraba su mente,

podrían ser conquistadas por él algún día.

En esos libros volaba libre su imaginación y se forjaba metas muy por

encima de las barreras y obstáculos que en torno a él se levantaban

en forma de burla, de lástima, de conformismo, de mediocridad y

de miedo a lo desconocido.

Fue su primer texto una sentida carta en la que pedía a las autoridades

apoyo económico para estudiar la secundaria, documento que fue

pasando de mano en mano, hasta llegar a las de la gobernadora

del estado; y por cada mano que pasaba, iba colectando desprecios

y desalientos, pero también unas cuantas monedas y condiciones,

hasta completar lo necesario para solventar los gastos de

colegiaturas, libros, transporte y material escolar.

Y así, de mes en mes, canjeaba sus notas de excelencia para granjearse los apoyos

que representaban para él la posibilidad de continuar su viaje entre

los libros.

Cualquier moneda que escapaba de los gastos escolares indispensables,

era destinada a comprar libros usados de Emilio Salgari,

Edmundo de Amicís, Arturo Cuyás Armengol,

Torcuato Luca de Tena, Arthur Conan Doyle, entre otros.

Fueron esos libros viejos verdaderas tablas de salvación que lo libraron de

naufragar en los borrascosos océanos de un ambiente en que las

drogas, el alcohol y las malas costumbres pululaban como

el modus vivendi y cualquier actitud diferente era duramente criticada.

Su vocación por la filosofía se vio ahogada por la necesidad de cursar estudios

en un área que le permitiera incorporarse a la vida laboral lo más

pronto posible, para poder costear por su propia cuenta sus

estudios profesionales, obteniendo el título de licenciado en

informática en una época en donde las computadoras

eran escasas y el internet y sus placeres apenas eran conocidos.

El acopio de libros continuaba, inundando su imaginación de fantasías,

su corazón de ilusiones, su espíritu de ideales y esperanzas… y su

casa de montañas de papel que exasperaban los nervios de su

madre, a tal grado de desatar la inminente amenaza:  

“el día que traigas un libro más, te largas de la casa”.

Ese día llegó muy pronto, pero la indulgente señora no tuvo más que

disolver sus amenazas en fulminantes miradas, y el indolente

muchacho, hacerse de la vista gorda.

Descargaba sus ansias de escritor redactando discursos para sus amigos que

participaban en torneos estatales y nacionales de oratoria.

De igual manera, elaboró numerosos manuales y cursos para jóvenes y niños

sobre temas ideológicos, cívicos, históricos, religiosos, etc. para diversas

instituciones a las que perteneció durante varios años.

Se ha desempeñado en el ámbito educativo, gubernamental y comercial.

Desarrolló sus habilidades para la escritura redactando discursos para

gobernadores y diversos funcionarios públicos, informes estadísticos y de gestión,

ensayos de análisis político y social, manuales, textos institucionales, tesis y

proyectos de diversa índole.

Actualmente escribe relatos cortos y micro cuentos, los cuales pretenden ser

una propuesta para generar en sus lectores algunos remansos en los que las

evocaciones de paisajes, vivencias, personajes, nostalgias, aspiraciones y

sueños equilibren y conforten, ante la avalancha de realidades y acontecimientos

que infestan esos medios y amenazan con su aplastante dosis de desaliento.

Colabora en diversas revistas de España, Estados Unidos de América, México,

Perú, Chile, Colombia y Argentina. Con narraciones sencillas sobre temas

cotidianos, pretende llevar al lector, a través de la magia de las palabras,

a paraísos maravillosos ubicados en nuestro entorno o en nuestros recuerdos

y habitado por seres extraordinarios con los que convivimos todos los días.

Ha escrito siete libros que pocos leen y nadie quiere publicar: Jubileo,

Destellos, Sensaciones, Naufragios, Efigies, Elogio y Paisajes.

Y en venganza, contamina el mundo con palabras e ilusiones, pretendiendo

decorar un breve espacio para ver pasar la vida a salvo de la angustiosa realidad.

2 comentarios:

  1. Bienvenidos amables lectores. Esperamos que encuentren en estos espacios momentos que le otorguen esparcimiento y experiencias gratificantes a través de estas nuevas propuestas literarias. Gracias Sara, Maestro Fontanela y a todo el Equipo por este espacio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Corrijo. Maestro Fontenla. Y me siento distinguido al ver mis humildes letras entre las de Autores tan Selectos. !!!Un verdadero oasis literario el que han creado!!! Aquí quiero naufragar y que nadie venga a rescatarme...

      Eliminar

SIEMPRE QUISE TENER UN HERMANO

Sebastián era el único hijo varón de cuatro hermanos, su infancia estuvo cohibida ya que siempre quiso tener un hermano de su mismo sexo. Él...