Camilo es un niño de nueve años que deambula por las calles en busca de trabajo. Su madre tiene una enfermedad terminal y su hermanita de cinco años está perdiendo la vista paulatinamente. Uno de sus sueños es tener suficiente dinero para que su madre sea tratada del cáncer que padece y para que su hermana conserve la vista. Se quedaron solos hace varios años, después de que la naturaleza los dejara sin su padre y sin la pequeña casa hecha de latas, tablas y cartones donde vivían. Desde aquel día la vida cambió para él, pues a su corta edad tiene que buscar y vender chatarra, para poder llevarles algo de comida a sus dos mujeres, como él las llama. Cuando le va bien compra flores y las vende en las esquinas para ir ahorrando poco a poco. Realiza recorridos largos y agotadores por los barrios de gente adinerada, porque es allí́ donde consigue cosas para venderlas a un buen precio. En sus trayectos ve niños de ojos tristes y se pregunta por qué́ no son felices, si tienen comodidades, lujos, estudios y una familia. ¡Cuánto le hubiera gustado a él tener al menos ese plato de comida que ellos apenas prueban! Camilo lleva en el pecho un cristo colgado de una cadenita de cobre y le reza todos los días, para pedirle que todos los niños del mundo sean felices. También le pide que sus padres compartan más tiempo con sus hijos. El destino quiso que aquel niño se topara con un taxista, cuyo sueño es convertirse en un gran escritor. Cuando cobró algo de confianza con él, Camilo le dijo lo siguiente:
—Mi padre partió́ hace cuatro años y sé que, si él aún estuviera a mi lado, me abrazaría como lo hacía cuando llegaba cansado de sus labores. Les pido a los niños del mundo que sean felices. También les pido a sus padres que les brinden amor y les expresen su cariño, porque nadie sabe cuánto tiempo van a estar juntos. Soy un niño pobre, pero mi sueño es poder vivir con mis dos mujeres ya curadas en una linda casa, con muchísimos juguetes para que mi hermana sea feliz. Quisiera poder comprar unos lindos vestidos para que los luzca mi bella madre y lo único que pido para mí es poder estudiar, además de un balón para practicar mi deporte favorito y llegar a portar el uniforme de la selección de fútbol de mi país. Pido también que nunca les falte la sonrisa a todos los niños del mundo, que se eduquen y que tengan la oportunidad que yo no he tenido. Somos el futuro, la promesa de una nueva década que va a sobresalir.
Estos son los sueños de Camilo, un niño que desea darles la felicidad a sus dos mujeres. Disfruten y compartan con tantos niños que lo han perdido todo.
Edición de estilo por Javier Fontenla.
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